2.- Off to a Bad Start {Dom Mayo 01, 2022 8:37 pm}

2. Off to a Bad Start

Evening | Londres | Rochester´s House

Iain se arregló la corbata por enésima vez una vez que el coche se paró frente a la casa de los Rochester, antes de alisarse unas arrugas invisibles en su ropa, respirar hondo y poner pie fuera del vehículo. Estaba más nervioso de lo que había imaginado, sobretodo porque aún no se creía que la joven hubiese aceptado su propuesta, pero si estaba allí para cenar con sus padres era por algo ¿no?

El mayordomo le abrió la puerta y le condujo hasta la sala donde el patriarca de los Rochester lo estaba esperando. — Ah, Mr. Campbell, llega usted antes de tiempo... Me temo que las mujeres aún no han bajado ¿Le apetece una copa mientras tanto? — Con un asentimiento de cabeza, se encontró con un vaso de whisky antes de la cena, algo poco convencional pero bastante necesitado dado sus nervios.

Tras una charla banal con Rochester, la puerta se abrió dando paso primero a la mujer de éste y luego a la hija, Catherine, tan hermosa o más de como la recordaba. — Catherine, cariño, quiero que conozcas a Mr. Campbell... Tu prometido. — El escocés palideció al escuchar aquella frase y su mirada se desvió a su amigo. La última vez que habían hablado, en su visita al castillo de su sobrino, Rochester le había hablado del interés de su hija, de cómo ésta parecía haber preguntado por Iain con motivos evidentes. Campbell, que había coincidido con la familia en una cena de un marqués de York y había quedado prendado de la joven, no se había creído su suerte. Y ahora comenzaba a saber por qué.

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Evening | Londres | Rochester´s House

— My sweet child, please.
Rogaba la  mujer mientras la joven de platinados cabellos seguía tendida en la cama y mirando fijamente hacia la ventana.
— Su madre vendrá y será peor para usted.
Chaterine no respondió, sino que estiró el edredón de su cama de dosel y se tapó hasta la cabeza.
Su nana, una mujer regordeta de rosadas mejillas y dulce expresión, se sentó a una orilla de la cama donde ella, acariciándole dulcemente lo poco que sobresalía de su cabello.
— Tiene como sesenta, Lucille — dijo muy bajito y en un sollozo.
— Pero serás protegida, mi niña, y darás alegrías a tu padre.
— Mi padre.. —

La puerta se abrió y por ella apareció una mujer tan parecida a Catherine pero con el rostro ligeramente marcado por la edad así como por la angustia de la situación familiar.
— Deja de jugar y levántate ya.
Se fue directo a donde estaba el vestido elegido para que usase. Su manos fueron de aquí y allá, como si afinara detalles en él.  
— Madre, por favor — sus sollozos fueron más altos.
— Vistete. —
Soltó tajante y mirando con visible irritación a la otra mujer quien levantó a la joven.

***

— Se educada, recuerda nuestra posición. — su madre le acarició con ambas manos el rostro antes de atravesar la puerta hacia el salón, pero Catherine no sintió ningún amor en ello.
Mr. Campbell en efecto era un hombre entrado en años, casi de la edad de su padre, un hombre con un buen titulo y por supuesto una mucho mejor fortuna.
La joven se inclinó y luego se levantó para mirarle fría, sus ojos revelaban el llanto previo.  

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El mayor de la familia Campbell comenzaba a arrepentirse de haber convencido a su sobrino de haber acudido a Londres. Había sido todo una maquinación de su parte para poder conocer a la que iba a ser su prometida, información que no sabía nadie de su familia. Y por culpa de una mentira, había arrastrado a la joven Gwen a su primera Temporada. Solo esperaba que lo estuviesen pasando mejor que él.

Cuando la hija de los Rochester apareció y posó sobre él sus ojos inflamados por la pena, supo que si alguien iba a sufrir más en todo aquel plan, iba a ser ella.

— Encantado de volver a verla, Milady — Le saludó Iain sin hacer intento alguno de besar el dorso de su mano como era costumbre. Se la veía incómoda y sabía que aquello solo iba a incomodarla aún más.

— Ya que estamos todos, empecemos la cena. — El Lord del lugar le hizo un gesto a su mayordomo que abrió de inmediato las puertas al comedor ya preparado para que cenasen los cuatro. El escocés asintió y se encaminó hacia su silla, justo al lado de la de la joven.

Una vez comenzaron a servirles, aprovechó para hablarle. — Siento mucho haberle causado desazón. — Musitó apenas inclinándose un poco para que lo escuchase.

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— Qué gran placer verle, Mr. Campbell.
Canturreó Mrs. Rochester en un tono en extremo dulzón y exagerado, casi empujando a la joven de platinados cabellos hacia él, su futuro yerno y salvación del honor y posición de su marido y familia
— Igualmente Mr. Campbell — terminó por responder Catherine con una sonrisa fingida, recordando cuando le conoció en York. Mr Campbell le había parecido entonces un hombre atractivo para su edad, elegante y respetuoso, pero todo había cambiado tan pronto y su padre le dio la noticia que le había prometido en matrimonio con él. Ahora lo único que podía sentir era una terrible aversión.

— Vamos, Mr. Campbell.
Le animó Mrs. Rochester tan pronto su marido apuró al mayordomo.
— Estoy segura que disfrutará mucho la cena, nos hemos esmerado especialmente para usted esta noche.
— Querida, por favor.
Mr. Rochester le plameó el dorso de la mano a su mujer, aunque estaba más que claro que ambos estaban haciendo lo posible por tener el favor del invitado.

Catherine mientras tanto seguía luciendo incómoda, en absoluto silencio, mirando hacia sus manos sobre su regazo y sin levantar la mirada, al menos no hasta que Mr. Campbell se dirigió a ella. Sus ojos azul claro le observaron con aquella aversión latente, e iba a decir algo cuando le interrumpieron con las copas que ya servían.
— No tenga cuidado, está así porque esta mañana se ha sentido algo indispuesta, pero nada grave.
La mirada de la mujer fue fulminante a su hija.
— Lo siento, seguro estaré mejor con la comida — se disculpó y sonrió, pero aquella sonrisa no iluminó su mirada.

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Pronto descubrió que la joven Rochester no era muy buena mentirosa por mucho que lo intentase. Era obvio que todo aquello había sido un plan en el que no se le había incluido y del cual no estaba muy de acuerdo. Campbell había creído que iba a acabar con su mala fortuna en el plano amoroso de una vez por todas y ahora mismo su subconsciente se reía de él por haberse permitido ilusionarse.

— Estoy seguro que estará deliciosa. — Respondió el escocés siempre educado y caballeroso. Al contrario que el Duque, que prefería socializar lo más mínimo con los ingleses, Iain sabía adaptarse a sus costumbres y forma de ser sin problema alguno. Y si tenía que fingir estar a gusto por el bien de una cena, no le costaba hacerlo.

Iain vio el intercambio de miradas entre ambas mujeres y echó mano a su copa de vino con más necesidad de la que debía. Ahogar sus penas en alcohol nunca había sido uno de sus pasatiempos favoritos pero comenzaba a ver porqué otros lo hacían. — Por supuesto, my lady. — Inclinó la cabeza como gesto de aceptación por mucho que supiese que era mentira.

La cena continuó sin más incidentes, con conversaciones banales que rara vez incluían a la joven. Y una vez concluyó, Iain hizo algo que en otra ocasión nunca había hecho, por resultar escandaloso, pero lo necesitaba. — ¿Podría hablar a solas con... mi prometida? — Preguntó al patriarca con tono decidido. Obviamente 'a solas' siempre incluía un 'chaperone' pero no le importaba hablar delante del ama de llaves o del mayordomo.

Los padres de la joven se miraron, sabiendo que algo iba mal, y antes que uno de ellos abriese la boca el escocés se adelantó. — Apenas hemos hablado durante la cena y ¿No creen que es necesario dado nuestro compromiso? — Sonrió amablemente, una sonrisa falsa que ocultaba sus verdaderas intenciones.   

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Escuchaba las voces de los presentes en la mesa como si estuvieran demasiado lejanas, sonriendo y asintiendo de vez en cuando sin realmente estar con su mente presente en lo que se decía.
Catherine sentía al momento como si una oscuridad se cerniese sobre de ella lentamente apagándolo todo a su paso, y que aunque gritase por ayuda nadie iba a ser capaz de escucharle y hacer algo por su pobre alma. Su futuro estaba ya sellado y ella no podía hacer nada por cambiarlo.

¿Podría hablar a solas con... mi prometida?

Aquello le sacó de su ensimismamiento, su mirada estaba fija al plato que apenas y había picado. Rápidamente miró a su padre casi con suplica, como si aquello fuese a servir de algo. No quería estar a solas con Mr. Campbell.

— Claro, claro, por supuesto.
Soltó rápidamente el patriarca y anfitrión luego de mirarse con su esposa y ambos sonreír en aprobación y satisfacción.
— Lucille.
La madre de la joven alzó una mano para que la mujer que estaba a escasa distancia de su hija se acercase y les acompañase al salón. Catherine simplemente asintió a las ordenes de sus padres y se puso de pie, haciendo una reverencia para con Mr. Campbell.

Cuando Lucille cerró la puerta tras de ellos ya en el salón, Catherine caminó hasta el centro del mismo y se llevó las manos al regazo de manera ansiosa, apretando los labios en una fina línea y esperando ahí con la cabeza baja. De pronto era como si aquel lugar se hubiese encogido, como si las cuatro paredes de la habitación en algún punto fueran a aplastarle.

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Iain caminó hasta el salón con rostro calmo y pasos relajados, expresando una tranquilidad que realmente no sentía en su interior. Una vez a solas, tan a solas como una mujer soltera podía estar -el mayordomo estaba en una de las puertas fingiendo ser parte del mobiliario como bien le habían enseñado-, el Lord no pudo evitar darse cuenta de lo pequeña que parecía su prometida casi encogida en sí misma, como si esperase ser castigada por algo.

— Miss Rochester, solo voy a hacerle una pregunta y su respuesta va determinar el futuro de este compromiso. — Comenzó acercándose a ella pero dejándole espacio para que respirase, para que corriese y se alejase si así lo veía necesario. — ¿Realmente quiere casarse conmigo? — Preguntó finalmente. El escocés temía su respuesta, temía volver a experimentar aquella desazón en el corazón que solo la soledad podía darte. Pero sobretodo, temía hacer daño a una joven que aún tenía toda una vida por delante. Si su destino era morir solo, después de aquel día, lo aceptaría de una vez por todas. Pero ella, la hermosa Catherine Rochester, podía tener a aquel que quisiese y no iba a ser él quien le robase la oportunidad de conocer el amor.
  

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El incómodo silencio reinó en aquella habitación hasta que Mr. Cambell habló. Su voz era tranquila, suave, contrario a lo que pudo haber ella imaginado, pues a lo que creyó se debía ese envuentro a solas, era para reprimirle por su comportamiento nada satisfactorio dado la naturaleza de la reunión, por haberle avergonzado. Catherine esperaba un tono iracundo, incluso algún trato violento, mismo que sería aceptable, estaban prometidos, y él ya tenía ciertos derechos para con su futura mujer.

— Yo... — comenzó a decir con la mirada hacia el suelo y sin tener el valor de mirarle a los ojos, ni siquiera al saberle más cerca de ella. — Por supuesto que sí. — respondió muy bajito, no podía decir lo contrario, sabía que su familia dependía de aquel matrimonio, así como lo que vendría si arruinaba los planes de su padre. Algo que seguramente sería mucho peor que casarse con aquel viejo. — Perdone si le he hecho pensar lo contrario, mi señor. — y se inclinó en disculpas, sin levantar la mirada. — Me siento honrada, le juro que así es. — continuó en la posición que estaba, debía arreglar su actitud, lo sabía, pero su naturaleza siempre saltaba a la vista, era como decirle a un ave que abandonase el vuelo.